miércoles, julio 27, 2016

“Rolando Cárdenas, ¿poeta lárico?, sobre El viajero de las lluvias”, de Manuel Illanes






La reciente publicación de El viajero de las lluvias (Descontexto Editores, 2015, 126 páginas),  antología realizada por Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte de la obra poética de Rolando Cárdenas, permite realizar algunas consideraciones en torno a la figura del escritor magallánico,  particularmente sobre su categorización en tanto poeta “lárico”, idea que se  ha impuesto en el medio literario chileno desde la aparición de “Los  poetas de los lares: nueva visión de la realidad en la poesía chilena”, artículo publicado por Jorge Teillier en el boletín de la Universidad de Chile, en 1965, en que el nombre de Cárdenas aparecía asociado al de una serie de escritores como Efraín Barquero, Alberto Rubio y Alfonso Calderón -entre otros- como representante de una corriente “lárica” que se habría manifestado en la poesía de mediados de los 60’ en nuestro país.

En primer lugar, este libro viene a llenar un vacío instalado alrededor de la obra de Cárdenas, cuya poesía no parece concitar el interés editorial y crítico que textos de contemporáneos suyos tales como el mismo Teillier, Armando Uribe, Miguel Arteche y Alberto Rubio, por mencionar algunos nombres, sí han recibido. Este muro de silencio levantado en torno a su poesía sólo había sido roto anteriormente por la publicación de la Obra Completa (Ediciones La Gota Pura, 1994, 220 páginas), libro que justamente se había propuesto reunir en un volumen su corpus poético para rescatar del olvido el trabajo realizado por el escritor  nacido en Punta Arenas.

El viajero de las lluvias recopila textos de todos sus libros  (Tránsito breve, En el invierno de provincia, Poemas migratorios, Qué, tras esos muros y Vastos imperios) a excepción de Personajes de mi ciudad, texto publicado en forma artesanal en 1964, además de incluir dos entrevistas realizadas a Cárdenas en La Nación y Las Últimas Noticias durante 1972 y 1975 respectivamente. A lo anterior se agrega una “Visión de Rolando Cárdenas” de Jorge Teillier, extraída del libro Conversaciones con Jorge Teillier, de Carlos Olivárez, que cierra el volumen. La estructura del texto, por lo mismo, nos da un panorama global del quehacer poético de Cárdenas y de las influencias que determinaron su desarrollo desde la publicación de Tránsito breve en 1959.

Hay que hacer notar que en los poemas seleccionados de su primer libro (Tránsito breve) y en algunos del segundo (En el invierno de la provincia) se aprecian claramente muchas de las características que Teillier designa como definitorias de lo “lárico”, de acuerdo a su señero artículo: el interés por el paisaje, el rescate de las tradiciones locales, el “realismo secreto”, la constitución de una poesía con un interés marcado en comunicar a sus lectores, la nostalgia de la edad de oro, etc. Sin embargo, ya en este segundo libro encontramos rasgos que permiten afirmar que existe una inflexión, una distancia respecto de este programa poético que Teillier había construido, primeramente, para su propio trabajo: el aliento que recorre poemas como “Tierra del  Fuego”, “Fueguinos”, “Antepasados” es, sin temor a equivocarnos, de un temple épico; esta noción  -con todo lo que implica en términos de amplitud y expansión, de construcción de un sujeto heroico-, que parece alejarse completamente del concepto establecido acerca de lo lárico (idea que más bien parece traducirse como una caricatura del viejo tópico del “menosprecio de la corte y alabanza de la aldea”), encuentra en Poemas migratorios su expresión más acabada - aunque en sus libros posteriores siga insistiendo con dicho estilo: para Cárdenas la tarea de poetizar el paisaje magallánico, comprende, en su base, el acto de realizar la crónica de las distintas fundaciones que han permitido el establecimiento de la comunidad que ocupa actualmente el  inmenso territorio que limitan glaciares y canales; en ese sentido, la poesía de Cárdenas se interesa por el tema del éxodo, de la migración, que encuentra en la figura de fueguinos y chilotes (que a comienzos del siglo XX se dirigieron por cientos hacia estas regiones extremas), un símbolo privilegiado, y busca dar cuenta de estos movimientos en tanto su devenir es lo que explica el surgimiento de esta comunidad.

La referencia obvia aquí, a mi entender, es  la Anábasis del poeta guadalupano Saint John Perse, de quien el mismo Cárdenas se declaraba admirador; confesión que, a pesar de constatarse en una de las entrevistas que aparecen en este volumen, amén de en el epílogo del texto (“Visión de Rolando Cárdenas”), ha sido completamente ignorada por la crítica, para la que es más fácil seguir clasificando a Cárdenas en la categoría de lo “lárico”, sin más,  dejando a un lado las diferentes apropiaciones y tensiones que este mismo concepto puede ofrecer.

La influencia de S. J. Perse puede comprobarse no sólo en la obra del poeta magallánico; en el marco de la poesía chilena de los 60, vates como Efraín Barquero y Alfonso Alcalde muestran en alguno de sus textos más famosos (El viento de los reinos, El panorama ante  nosotros) idéntico impulso épico que el que atraviesa la poesía del guadalupano. La aproximación que ellos tienen a este tono, sin embargo, se desarrolla de una manera muy sutil: a diferencia de lo que sucede en el Canto General de Neruda, por ejemplo, en que éste construye un universo donde el sujeto heroico está delineado con claridad, Barquero, Alcalde (y Cárdenas, habría que agregar) son mucho más sensibles a los claroscuros, a una voz poética cercana a lo terrestre y no al “gran canto” nerudiano, aquel de las Alturas de Macchu Picchu.

La importancia de El viajero de las lluvias para mostrar la vigencia de la obra del poeta magallánico, por lo mismo, es fundamental; este libro registra las diferentes dimensiones que adquiere la poesía de Cárdenas, su cercanía y distancia respecto del concepto de “larismo” instalado por Teillier en el centro de la discusión literaria, además de mostrarse como un antecedente válido en el desarrollo de ciertas poéticas nacionales, tal como la publicación en 2008 de “El cementerio más hermoso  de Chile”, por Christian Formoso, manifiesta palmariamente. En dicho libro, Formoso intenta reconstruir la memoria histórica de las tierras del extremo sur, en un movimiento que, consciente o inconscientemente, replica la búsqueda emprendida por Cárdenas desde mediados de los 60’. Se verifica así, para completar el círculo, el influjo que su obra tiene en las nuevas generaciones de poetas chilenos.



Ciudad de México, julio del 2016









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